Talos, 7 de Nerte. Año del Pegaso.

En el momento en que Akira desapareció entre unas interferencias típicas de un holograma, sentí el mismo vacío que antes. Me quedé pensativa un momento. Si ese escalofrío significaba que Akira se había ido, ¿quizás el de antes había sido por Neptune...?

 ¿Eso significaba que me habían dejado sola? ¿Dentro del juego?  Me dejé caer al suelo, asustada por lo que acababa de descubrir. Cuando entré no sabía si ellos también vendrían, pero vinieron. Y ahora que les tenía a mi lado no me gustaba la idea de perderlos... Pero era mi culpa. Por lo menos así estaban a salvo, ¿verdad? Cuando una vez salieron del juego se despertaron, y esperaba que esta vez fuera igual.
¿Y si no despertaban al salir? ¿Si no podían volver a sus cuerpos? ¿Qué pasaría entonces?

Igual podía intentarlo. Mark seguiría a mi lado al abrir los ojos... Ahora mismo estaban empapados en lágrimas, y pensé una manera de salir del juego con ellos. Cerré los ojos con fuerza. "Salir. Desconectar. Cerrar sesión. Apagar. Guardar y salir."

La respuesta no tardó en aparecer. "Usuario bloqueado, imposible cerrar sesión". Lo que me faltaba. Ahora estaba encerrada en el juego. Supongo que debería empezar a disfrutar los placeres de ese mundo mientras no encontrara ningún compañero con quien estar.

- Pues menuda mierda -solté al aire, todavía con los ojos empapados y polvo en la falda. Sollocé un poco más y luego miré a mi alrededor. En esos momentos  yo era la única responsable de la misión que nos había encomendado el enano. Así que tendría que buscar un mago de todas formas, y de paso indagar sobre la reputación del hombre. Tenía la esperanza de que volvieran, o por lo menos que alguien nuevo entrara.

Con eso en la cabeza subí por unas escaleras que daban a un enorme templo y estaba más alto que el resto de la ciudad. Así podría ver mejor a los habitantes del lugar y ver si había alguien que ejerciera la magia. Y no fuera de la ciudad, claro está.


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