La casa del hombre, Brady, parecía a punto de derrumbarse. Había muchos agujeros en la pared, y caían trocitos de runa de las vigas del techo.

Fueron muy amables invitándome a comer mientras esperábamos a su mujer. Estábamos hablando tranquilamente cuando la puerta se abrió y apareció una mujer con una niña de unos 7 años. Ambas desprendían un halo de bondad y tranquilidad, aunque la pequeña parecía algo alterada por mi presencia. Me levanté de la silla con una dulce sonrisa y su marido habló para presentarme.

- Mi querida esposa, te presento aquí a la chica que nos ha salvado. Cuando volvíamos de la ciudad, nos ha atacado el asesino de la carretera y ella nos ha protegido, con la mala suerte de que se le ha roto la vara -asentí con la cabeza y le enseñé la vara rota a la mujer para que me creyera.- . Nos ha protegido con su vida...
- No es para tanto... -musité. Sólo estaba cumpliendo con mi deber...
- ¿Sin pedir nada a cambio? -el hombre negó con la cabeza- Es algo que no se ve en esta época. Todos los curanderos curan a cambio de dinero ya, sin importar si el paciente va a morir... -abrí mucho los ojos al oír eso. ¿Qué quería decir? Los curanderos eran los únicos que podían salvar vidas... ¡y era un maldito juego! ¿Es que la sanidad era privada en ese juego o qué?
- ¡Eso es terrible! ¡Antes se curaban a todos aquellos heridos! ¿Qué diablos ha pasado en este mundo?
- ¿Antes? Desde que nací todo ha sido así. La guerra lo cambia todo, pequeña -estaba un poco sorprendida por todo aquello. Me miraba con los ojos entrecerrados, que no admitían réplica. De todas formas... había ocurrido una guerra? A veces el juego me sorprendía, realmente era como un mundo paralelo a la Tierra, pero en realidad no podía existir.
- La chica todavía no está en el gremio de curanderos, y pensaba que podrías echarle una mano.

La mujer se quedó pensando unos instantes y finalmente sonrió, se soltó el pelo y fue a otra habitación, pidiendo que la siguiera con un gesto. La niña también fue con nosotras y ayudó a quitarle la túnica que le envolvía el cuerpo.

- Imagino que una niña como tú no estará interesada en el oro ni el dinero, pero es necesario.
- El deber de los curanderos es salvar vidas, no cobrar por ello -la mujer se me quedó mirando, analizando mi cuerpo y casi como si intentase leerme la mente. Luego se giró para ir hacia uno de los baúles. Sacó un vestido amarillo y azul, que me recordaba a mi antiguo uniforme, pero este era mucho más bonito.- . ¿Conoces la hermandad de Amara, pequeña?
- Sí... son la orden de curanderos tiempo atrás, ¿verdad?
- Exacto, los que rendían culto al unicornio Amara. Ellos salvaban vidas sin importar su edad o condición; su único deber era que nadie muriera en el mundo. La hermandad ya no existe desde la guerra, pero noto como si fueras alguien especial y diferente a la mentalidad que hay ahora. Además, tu uniforme ahora está roto y sangriento... -me miré el vestido, manchado de sangre y me acaricié la herida. El cataplasma no lo había curado del todo...

Con la ayuda de la pequeña, me quité la ropa y las vendas para que la curandera, Dulcinea, me curara con magia. Al ponerme las prendas me dijo que eran de cuando su madre era más joven. Eran justo de mi talla, y cuando me volví para darle las gracias, la mujer tenía un báculo entre sus manos. Era de madera, adornado con metal y con abalorios colgantes, además de una hipnotizante piedra azul en la punta.

- Bopeep, por tu valor y creencia, mereces tener el báculo de Amara, que únicamente pueden llevar los de dicha hermandad. Tu misión es curar a todos aquellos heridos o enfermos, sea cual sea su condición -la mujer ni la niña parecieron fijarse, pero noté un cosquilleo por todo mi cuerpo y unas lucecitas que emanaban de él. ¿Magia?
- Así lo haré -respondí, aceptado el báculo de la mujer y arrodillándome con él para mostrar respeto a aquella que me había concedido mi supuesto cargo de curandera. Después me levanté y observé el báculo con atención.
- Hay una chica en el pueblo -dijo la mujer, rompiendo el hielo- que también se hace llamar así. También cogiste el nombre de los héroes, pequeña?
- No... es mi nombre real. Creo que no conozco esos héroes... -"almenos que seamos nosotros, claro.".

Nos dirigimos de vuelta a la habitación donde estaban el hombre y su hija, que oyeron parte de la conversación y se unieron a ella.

- ¿No conoces la historia de los héroes? -preguntó la pequeña, con brillitos en los ojos.- Aunque no aparecieron cuando el emperador impuso sus leyes...
- ¿A qué te refieres? Si eran héroes deberían haber aparecido, ¿no crees?
- Sí, ¡fueron héroes cuando encerraron a esos malvadísimos monstruos! Y destruyeron el orbe que los contenía.
- Tiempo más tarde el emperador se volvió loco y decidió arrasar todos los pueblos y ciudades para hacerse con todo el oro -continuó su madre, un poco triste. Parecía que, aunque no les hubieran conocido, todos tenían mucha fe en esos héroes...- Por eso es algo tan preciado ahora... todos quieren monedas para que el rey no les mate si no llevan cuando sus soldados les atrapan.
- ¿No sería mejor si todos os juntárais e hicierais una revolución? -Todos se quedaron en silencio, mirándose, incómodos entre ellos. - ... Lo mejor será que me vaya mañana, si me decís donde encontrar una posada en el pueblo...
- ¡No, por favor! Quédate aquí a dormir. Será todo un honor tener con nosotros a una hermana de Amara -la mujer sonrió e hizo una reverencia con la cabeza, a lo que correspondí.

Una vez en la cama empecé a dar vueltas al asunto de los héroes y el emperador. No quería ser egocéntrica ni nada, pero ¿y si los héroes éramos nosotros? Los héroes que abandonamos el mundo tras cumplir nuestra misión de destruir la pandemonium. Podría ser posible, sí... Pero entonces, ¿cuántos años habían pasado en Mystical Land? ¿Y por qué no había otros héroes? ¿Sólo los que vinieran del mundo real podían serlo?

Todavía me quedé un rato pensando en el tema...

¡Pero ya estábamos allí! (por lo menos yo.)



A la mañana siguiente me despedí de todos los simpáticos aldeanos que me aocgieron en su casa, y cogí un carruaje para ir a la ciudad. No sabía exactamente por qué, pero sentía que debía ir allí.

La ciudad estaba rodeada por unas enormes murallas y cientos de soldados paseando por allí a sus anchas, pidiendo dinero a cualquiera que pasara por delante. Nada más verlos ya les estaba odiando...
Cuando salté del carromato con mi nueva vestimenta y mi nuevo báculo, noté como algo dentro de mí me empujaba por los callejones y plazas hasta llegar a cierto punto. Justo delante de mí estaba una chica alta, con el pelo largo y castaño. Cuando se giró, me abalancé sobre ella.

- ¡Quita! ¡No tengo monedas!
- ¡Neptune! ¡Soy yo! -dije, temiendo que no me reconocieran por el cambio de prendas y cuerpo. A su lado estaba un chico corpulento, que supe de alguna manera que era otro de nuestro grupo. De los que etiqueté en facebook sólo podía ser Akira.- . Soy yo, Bopeep... la culpable de que estéis aquí encerrados...


[OUT: Siento el retraso! Entre mi falta de inspiración, que estaba medio dormida al escribirlo, revisar errores y demás... ¡Pero ahi lo tenéis! ¡Dadme la bienvenida! ]