Akira y yo nos habíamos levantado cerca del mediodía, y dedicamos el resto de la mañana a pasear por la ciudad. Sinceramente, había olvidado ya por qué nos encontrábamos allí. 
Cuando llegó la hora de comer, compramos algunas manzanas y unas rebanadas de pan. Estaba hambrienta, pero Akira prefirió no entrar en ninguna taberna, no fuera que nos encontráramos con los marineros de la noche anterior. Tanteé la bolsa que llevaba golpeándome la cadera. Si no recordaba mal, dentro llevaba algunos víveres, conservas y cosas así, pero prefería no tener que utilizarlos hasta que no hubiese comida disponible.

Aunque había amanecido despejado, se había puesto un día feísimo. Hacía viento, y el cielo se había cubierto de nubarrones. El ambiente estaba realmente cargado. 
Mientras mordisqueábamos el pan, Akira y yo nos sentamos en una fuente que había en mitad de una plaza. El chico había estado muy callado durante todo el día, y más serio que de costumbre. Se giró para coger otra manzana de su bolsa, y aproveché para hacerle muecas a la espalda, imitando su semblante adusto. 
La tercera vez que lo hice, me fulminó con una mirada que me dejó bien claro que no estaba para bromas.
Traté entonces de entablar algún tipo de conversación con él, pero no sabía muy bien cómo comenzar.
-Akira -murmuré, mientras le pegaba un mordisco a la manzana. Al comenzar a pronunciar la frase, un trocito salió disparado de mi boca y aterrizó en su mejilla. Se lo apartó con una expresión entre asqueada y exasperada- ¿qué se supone que estamos haciendo aquí?
-Si me escucharas cuando hablo, no harías la misma pregunta una y otra vez -me respondió, observando el trozo de pan que le quedaba en la mano. Por un momento pensé que me lo tiraría a la cara.-Nos quedaremos en esta ciudad hasta que los demás vengan, tú estarás quieta y dejarás de causar problemas.
-Sí, señor -respondí con un tonillo militar- Ahora en serio, no me refería al pueblo -mentí, mientras tiraba el corazón de la manzana a la fuente. Unos pececillos de vivos colores se aproximaron para comérselo- me refería al juego. ¿Qué hacemos aquí? ¿Por qué te metiste otra vez?

El chico dejó de comer y dirigió una mirada distraída a los chorros de agua que caían de la fuente.
-Supongo que no me gusta dejar las cosas inacabadas.
-¿Qué crees que deberíamos hacer? Yo... quiero encontrar al tío que nos metió la otra vez, y al que nos ha metido ahora. No sé si será el mismo, pero...
-Nos centraremos en el ahora y en encontrar al resto del grupo, ya pensaremos en todo eso cuando llegue el momento. 

Mientras Akira terminaba de comer, comencé a meditar sobre el juego. Tendría que haber alguna manera de hackearlo, de encontrar algún fallo desde dentro que pudiera abrir una brecha en el sistema y poder salir, o poder encontrar la IP desde donde se controlaba todo. ¿Cómo podría estropear el juego, pues? ¿Qué tipo de acciones eran las que creaban desajustes en los juegos normales?
Quizá podría intentar hacer algo loco o inesperado, o demasiado rápido. Comencé a correr al rededor de la fuente, todo lo rápido que pude. Me metí dentro, salpicando a los transeúntes, y me subí a la fuente. No parecía pasar nada, pero la poca gente que cruzaba la plaza se me quedaba mirando, desconcertada. Un viejo me gritó para que me bajara, quejándose sobre la juventud de aquellos tiempos.

Suspiré. No parecía haber nada raro. Bajé de la fuente, mientras el viejo no dejaba de gritarme.
-Ya vale, abuelo -le espeté, mientras Akira me miraba con esa mirada suya de regañina.-Luego te lo explico.

Comencé a pasear por la plaza, alejándome por alguna de las calles. ¿Qué era lo que más le molestaba aquel cabrón cuando vivíamos en Mystical Land la primera vez? Se nos aparecía cuando llegábamos a cierto nivel, y le molestaba que siempre estuviéramos pendientes de regresar a casa. Gruñí. Maldita sea, no se me ocurría nada. 





Out// Post de relleno. Kao y Bop, a ver si entráis en el juego de una buena vez, porras xD//