Me tendría que llegar hoy -me repetía- la página web de correos decía que el envío estaba en proceso de entrega. Así que llegaría hoy. Aquel paquete maldito. 
Me dejé las uñas a cero durante la mañana, en el trabajo. Era sábado, así que me tocaba atender a la larga cola de clientes que se formaba en el starbucks más o menos a la hora del almuerzo, hasta la hora de comer. 
No quité la vista del reloj durante toda la jornada laboral, y cuando terminé mi turno salí escopetada hacia la residencia de estudiantes. Le había dado señas al cartero de que dejara el paquete en la habitación de Charles si yo no llegaba a tiempo, pero con los carteros nunca se sabía. Si les persiguen los perros será por algo.

Llegué jadeando y casi echando los pulmones por la boca a la residencia; me demoré un momento en recuperar el aliento durante la subida en el ascensor, pero una vez en mi piso, corrí hacia mi habitación. Se había caído al suelo el cartel que indicaba que el cartero podía dejar el paquete en la habitación de al lado, así que supuse que no lo habría visto, me habría pasado el recibo por debajo de la puerta y tendría que pasar a recoger el juego al día siguiente. Abatida, me quité la gorra del uniforme y entré en mi habitación, dispuesta a tirarme sobre la cama. Sólo que ya había alguien ocupándola.
-¡Charles! -Exclamé, con una mezcla de contento y desespero- ¿¡Qué haces aquí!?

El chico estaba sentado en la cama ojeando una libreta con la palabra "Diario" escrito en rosa en la tapa. Entre sus piernas había un paquete del servicio postal.
-Estaba esperando que volvieras -dijo el chico con un marcado acento irlandés- trajeron esto para ti.
-Sabes que ese diario es de mi compañera de habitación, ¿verdad? -Me quité el jersey del uniforme y lo tiré al suelo de cualquier manera. Acto seguido, arrebaté el paquete de las piernas de mi amigo. Era un chico muy grandote, de cabello pelirrojo, rizado y largo y una perilla de igual color. Llevaba unas gafas de montura fina que enmarcaban unos ojos verdes.- Qué raro que no lo hayas abierto, Weasley -comenté a modo de broma mientras miraba el paquete con aprensión.
-Ya, pensé que sería algún peluche feo de esos que compras tú -comentó mientras se tumbaba en la cama y pasaba otra página del diario. - Deberías vigilar a tu compañera, tiene muchos sueños conmigo, a lo mejor por eso te tiene tanta manía.
-No mientas, yo también lo he leído y no te menciona en absoluto. Me tiene manía porque leo su diario -me senté a su lado sin abrir todavía el paquete, pero sin apartar la vista de él- es un videojuego.
-¿Un regalo para mi cumpleaños? -Dijo Charles mientras me tendía el diario, con el dedo índice entre las páginas- Mira esta página, aquí habla de mí.
-No me interesa ahora, Charles -aparté aquel estúpido diario con la mano y me levanté, dirigiéndome directamente hacia el ordenador. Lo tenía encendido porque llevaba bajándome un par de pelis desde la noche anterior, así que sólo tuve que mover el ratón para que la pantalla se iluminara. Después, abrí el sobre marrón y saqué el juego de su interior. Le tendí la carátula a Charles- Porfa, mete el CD en la torre.
-¿Te acabas de pintar las uñas o qué? -Preguntó el chico mientras se levantaba y lo cogía. Miró la carátula un momento; era un chico un poco friki, y había jugado a muchos juegos, así que era posible que le sonara el nombre. Sin decir nada, metió el CD en la torre.

En seguida aparecieron los archivos para la instalación, y comencé a darle a "seguir" y "aceptar", sin leer las condiciones de uso.
-¿Conocías el juego? -Pregunté, cuando comenzó a instalarse.
-Me suena levemente. 
-Hace diez años, algunas personas entraron en coma cerebral después de jugar a Mystical Land -murmuré, recordando todos aquellos titulares en los periódicos. El chico puso cara de circunstancias.
-Sí, me suena algo de eso.

De pronto, el juego terminó de instalarse. Se notaba que era un juego antiguo, pues los de ahora tardaban incluso un par de horas. Con los dedos temblorosos, abrí el programa y metí mi antigua cuenta. Aún recordaba el nombre de usuario y la contraseña. No creía que siguiera activo, pero si el de Bopeep lo estaba... 
Sí, lo estaba. Allí estada, formada de píxeles cutres. Neptune, mi antiguo personaje. Lo conocía casi mejor que mi propio cuerpo. Suspiré al verla y me giré hacia Charles.
-¿Me haces un favor? No te separes de mí mientras juegue. Sólo quiero comprobar una cosa.