El aura mágica que me había ayudado a realizar mi descenso fue desapareciendo
gradualmente, mientras lo hacía notaba como mi cuerpo se iba acostumbrando a la
gravedad y recuperando su peso habitual.
Ante la incomodidad de tener que esperar allí para ver si era el único que
había quedado atrapado y sobretodo, con la poca certeza de saber si todos
iríamos a parar el mismo sitio, grabe un mensaje en la primera roca que vi:
"Si alguien proveniente de otro mundo logra llegar hasta aquí, que vaya a
la ciudad más cercana, allí nos encontraremos"
Mientras iba caminando intentaba asimilar mi nueva situación y mi nuevo físico,
me quedaba sorprendido de mi gran fuerza actual, podía moverme a una buena
velocidad a pesar de llevar una armadura completa y cargar con un gran escudo,
dudaba que pudiera realizar tal hazaña en el mundo real.
Todo se veía muy diferente, irónicamente el haber vivido esta situación hace
unos años parecía haber creado una barrera psicológica que me hacía inmune a
todo lo que estaba pasando, en cierto modo estaba extrañado e intrigado de que
yo volviera a estar aquí, pero tampoco me sonaba ilógico, jamás descubrimos lo
que ocurrió y todo finalizó de manera muy abrupta. Todo principio tiene un
final y nunca sentí que nada hubiera acabado, era obvio que aun me quedaban
muchas cosas por aprender.
A pesar de caminar por un juego que me debería resultar conocido no lograba
identificar nada, todo era una zona árida, desierta, la negra noche le daba al
entorno una sensación lúgubre y asfixiante. No quedaba nada de aquellos bellos
prados verdes, grandes cascadas transportando agua cristalina y la belleza de
un entorno medieval con toques de fantasía, algo había cambiado en estos años
de ausencia... Tal y como me indico ella.
Después de unas largas horas caminando entre las inmensas dunas y dejando mis
pisadas en aquella arena extraña y virgen, finalmente vi una superficie llana
en la que había unas pequeñas rocas formando un círculo extraño, me acerque a
una de ellas y me senté a contemplar el extraño brillo de las estrellas.
El viento empezó a soplar una brisa suave y mi largo pelo se movía en sincronía
con él, fue entonces cuando escuché unos gritos en la lejanía, mi cuerpo
reaccionó automáticamente y me dirigí hacia donde provenían todo lo rápido que
pude.
Mis ojos alcanzaron a ver a dos pequeñas criaturas tapadas con harapos blancos,
no podía distinguir su sexo y ni siquiera su raza. Éstas iban retrocediendo
lentamente ya que se encontraban amenazados por una extraña criatura bípeda con
apariencia de reptil, la criatura vestía una armadura de cuero y blandía un
hacha pesada ayudándose de sus dos manos. Era extraño, no la reconocía.
El monstruo avanzaba intimidante hacia los dos personajes mientras éstos iban
retrocediendo lentamente, uno de ellos cayó al suelo, no pudo levantarse e
instó al otro a que se fuera. La otra figura emitió un fuerte grito mezclado
con un lloro que rápidamente reconocí, no había duda de que era el que había
escuchado.
El reptil se acercó sin vacilar a aquél que yacía en la arena y levanto su
enorme hacha para asestar su mandoble final. Instintivamente planté con fuerza
mis pies en el suelo y mi cuerpo emitió un breve destello rojizo, grite todo lo
fuerte que pude y mi voz resonó por todo el desierto, su ruido atronador se
asemejaba al de aquellos generales de la época antigua cuyo grito se oía en el fragor
de la batalla, a modo de desafío a sus enemigos.
El atacante se quedo inmóvil, blandiendo el hacha, su rostro empezó a expresar
duda, finalmente bajo el arma y miro hacia mi. A pesar de la distancia pude sentir su ira,
todo lo demás había desaparecido para él, en su diminuto mundo ahora solo
existía yo y su voluntad era destruirme.
Con su arma agarrada con firmeza empezó a correr hacia mi posición. Yo no
sentía ni miedo ni temor, mi cuerpo actuaba casi por instinto, como si jamás
hubiera olvidado cómo se hacia.
Sin inquietud ni vacilación alguna, agarre mi yelmo y me lo puse en mi cabeza para después
acomodarlo, acto seguido desenfunde mi espada y saque mi escudo con su
orgulloso símbolo del lobo grabado en él.
La criatura arremetió con fuerza y me asesto un poderoso hachazo que pude
desviarlo fácilmente con mi escudo, cuando gane unos cortos pasos de distancia
con él aseste un espadazo realizando un giro sobre mi mismo, dio un leve grito
de dolor causado por el tajo y toda su ira previa paso a ser confusión.
- Antes parecías más valiente – dije yo para atraer nuevamente su atención.
Al escuchar mis palabras volvió cargar y con la facilidad anterior, rechacé sus
ataques.
Dispuesto a finalizar el conflicto y nuevamente actuando bajo automatismo
instintivo, mi cuerpo emitió un leve destello, acomodé el peso de mi cuerpo en mis rodillas y
con gran fuerza, golpee con mi escudo.
Al golpear pude sentir un breve viento por la fuerza en que lo moví y como la
arena de nuestro alrededor se movía acorde al tremendo impacto, el monstruo se
vio impulsado un par de metros hacia atrás y cayo con fuerza contra el suelo,
no pudo evitar soltar su hacha durante su caída. Se encontraba estirado e
indefenso, sin dudar me dirigí hacia allí.
Durante un rato observe su cuerpo caído y pude fijarme en sus característicos
ojos amarillos, su piel verdosa mostraba unos poros ligeramente amarillentos y
sus dientes estaban extremamente afilados... No pude continuar con aquella
observación ya que de la nada, la criatura se abalanzo sobre mi, todo fue muy
rápido, la voz que me guio hasta aquí volvió a chillar, el ruido de una espada clavándose,
un grito infernal... Y finalmente, aquella criatura cayendo de nuevo al suelo
con mi espada clavada, la imagen no me impacto, era como si llevara toda mi
vida haciendo aquello.
Me acerque hasta el fallecido y arranque mi espada de su pecho, pude sentir el
calor de un fuego que se producía en aquel cuerpo que iba desapareciendo
lentamente como si de brujería se tratase. Di un último respiro y enfunde mi
arma.
Me acerqué para comprobar si aquellos dos extraños se encontraban bien, cuando
llegue hasta ellos no hubo un ápice de agradecimiento en sus palabras. Con suavidad
me quite mi yelmo de la cabeza y al ver mi rostro, les produjo un efecto todavía
más aterrador, ambos se cayeron al suelo y se abrazaron.
"Carisma bajo" me dije a mi mismo, todo poder tiene un precio a
pagar, era evidente que mi aspecto intimidante no serviría para poder calmarlos,
así que decidí proseguir en mi camino.
Continué caminando durante varias horas más, cansado y hambriento por la larga travesía
improvise un campamento y encendí un fuego para cocinar algo de comida,
afortunadamente en mi bolsa disponía de variados víveres y algunas especies,
pude improvisar un estofado con verduras.
El olor que desprendía la comida atrajo a los dos pequeños personajes, a pesar
de su miedo inicial me habían estado siguiendo durante todo mi travesía.
Rellene un pequeño cuenco de madera y empecé a absorber el caldo, intente
ignorar su presencia pero ambos cada vez se iban acercando más y más... Incluso
a uno le sonaron las tripas como protesta por no haber comido recientemente.
- ¡Calla que nos descubrirá! – Dijo uno – Intentaré robarle cuando no mire.
- Lo siento, tengo mucha hambre... –
contesto el otro.
No escuché con demasiada claridad sus voces pero pude distinguir que eran
femeninas. Sin mediar palabra rellene otro cuenco y me acerque hacia los
arbustos secos en los que estaban escondidas, al principio se sorprendieron al
verme y empezaron a recular, pero antes de que pudieran hacerlo extendí uno de
los dos cuencos hacia ella, tímidamente una de ellas lo acepto.
- Toma, come tu, eres más pequeña que yo – dijo una a la otra al aceptar mi
cuenco con voz dulce y ofreciéndoselo a la otra.
La muchacha empezó a comer y su compañera únicamente la miraba, sin mediar
palabra deje el otro cuenco allí y volví a la calidez del fuego
- Gracias... – alcance a oír en la lejanía.
Cuando pasaron unos minutos finalmente ellas decidieron venir y ponerse junto a
la hoguera. Podía ver la juventud de sus rostros iluminados por las llamas,
seguía sin poder determinar su raza ya que iban tapadas con harapos blancos,
examinados más de cerca se asemejaban a una especie de túnicas con capuchas,
probablemente típicas de los nómadas del desierto para poder aguantar las altas
temperaturas que hacía en aquel lugar de día.
- Aquel monstruo de antes... – dije mientras miraba el fuego y ellas seguían
comiendo - ¿Qué era?
- ¿No lo sabes? – Me respondió la más mayor mientras dejaba de comer y miraba
el caldo – Es un Zayzard, son
lagartos con apariencia humana, últimamente están atacando mucho a los
habitantes de la zona
-¿Por qué os atacaba?
- No lo sabemos – dijo la otra dejando el cuenco en el suelo – Cuando salimos
del poblado nos lo encontramos y simplemente nos empezó a perseguir... Así que
corrimos tanto como pudimos y acabamos en el desierto...
Extendiendo mi mano hacia el fuego, hice que emitiera unas ligeras llamas para
continuar avivándolo, las niñas parecían sorprendidas
- ¿Qué eres? – Pregunto uno de ellas – Estoy segura que no eres de por aquí y
tus habilidades son muy raras...
- Eso ahora no importa – dije entrecerrando los ojos – ¿Sabríais guiarme hasta
ese poblado?
Ambas afirmaron indiferentes pero luego miraron desconfiadas
- Los mayores siempre nos dicen de no llevar a extraños al pueblo – afirmo con
firmeza la más mayor – además no sabemos tu nombre.
- Nunca realices una pregunta que no estés dispuesto a responder – contesté mientras
apoyaba mis manos en el suelo
- Yo soy Bopeep - dijo la mayor
- Yo me llamo Neptune – contesto la menor
Mi sorpresa fue mayúscula al oír esos dos nombres, mi rostro impasible incluso
mostraba ciertos rasgos de sorpresa.
- ¿Cómo habéis dicho? – Dije con sorpresa
- Son nombres muy bonitos – dijo la la supuesta Bopeep
- Sí, aunque no sean comunes a nosotras nos gustan – añadió la supuesta Neptune
mientras ambas se miraban y sonreían.
Me incorporé y me acerque hacia ellas, sin medir palabra retire sus capuchas y
pude contemplar sus rostros, ambas tenían rasgos élficos pero eran algo
extraños, no se asemejaban a los elfos que había visto con anterioridad, sus
orejas eran algo más puntiagudas de lo habitual y sus pieles eran ligeramente
más oscuras, como si estuvieran adaptadas a la constante exposición al sol
- ¡¿Que... Que haces?! – Dijo Neptune mientras agarraba a Bopeep y se alejaban
de mi posición
- Te agradecemos que nos hayas salvado pero eso no te da derecho a...
- Callad – dije yo con brusquedad – Os había confundido por otras personas, eso
es todo.
Tras recuperarse del susto y ver que no tenía ninguna intención maligna, ambas
se calmaron y se volvieron a incorporar en el fuego.
- Este sitio puede ser peligroso, os escoltare a cambio de que me guieis hasta
vuestro poblado.
Tras una breve deliberación entre ellas, finalmente decidieron aceptar, acordé
que yo mismo haría guardia mientras ellas descansaban.
Neptune y Bopeep... A pesar de llevar los mismos nombres poco tenían que ver
con las que yo conocía, ¿Qué significaba todo aquello?
Tras medio día de travesía finalmente salimos del desierto. El suelo empezó a tener
algo de vegetación y empecé a ver sonrientes árboles y frondosas montañas en el
fondo, aun así seguía sintiéndolo atípico, todo tenía un color apagado y el ambiente
seguía inspirando poca harmonía.
Finalmente llegamos al poblado, no había muros que lo guardaran, apenas un par
de guardas en la entrada y todo se veía bastante derruido. Apenas unas pocas
casas y una plaza central con una gran estatua representando a una deidad
bélica, tampoco me resultaba familiar.
- Vamos, vamos – dijo la pequeña Neptune mientras estiraba de la capa para
indicar que parara de contemplar el paisaje y continuara caminando.
Entramos en una de las casas del poblado, su aspecto ruinoso pero a la vez que
muy humilde hacia un fuerte contraste con el aire tranquilo y relajado que se
respiraba.
Una mujer de aspecto elegante y con los mismos rasgos élficos que las muchachas
nos recibió, tras fundirse en un gran abrazo con las pequeñas y regañarlas por
haber tenido al pueblo preocupado,hizo que fueran dentro. Cuando me disponía a
irme me instó a que pasara y tomara asiento en una de las sillas de madera
situada alrededor de la vieja mesa.
- Agradezco que las haya ayudado, lamento no tener mucho que ofrecer – dijo poniendo
un vaso de arcilla encima de la mesa
- Necesito alguien que me guie hasta la ciudad más cercana – contesté yo, di
unos ligeros sorbos de aquel líquido extraño, notaba que mi cansancio iba
desapareciendo mientras lo hacía – Con eso sería suficiente.
- Mañana sale un carruaje con provisiones hacia allí, podría ir con él, no creo
que el conductor ponga demasiadas objeciones.
- ¿Provisiones? – Pregunte extrañado – No he visto cosechas alrededores y no
parece un pueblo demasiado prospero ¿No debería ser la ciudad quien mandara
ayuda?
- Sí... – dijo ella con cierta tristeza – Se prepara un gran conflicto en el Norte
y nuestro regente ha doblado los impuestos y solicitado abundantes provisiones
incluso en las regiones con más necesidades, pero mientras nos tengamos los
unos a los otros... Aguantaremos.
La mujer sonrió dulcemente. Me parecía intrigante su excesivo optimismo a pesar
de vivir una situación claramente adversa no dejaba que ello la hundiera, tal
vez era una luchadora innata o simplemente se abstenía en afrontar la realidad.
La pequeña Neptune irrumpió en el lugar y empezó a tirar del vestido descosido
de la mujer.
- Nayreth, ¿Puedes leernos el libro? – dijo ella suplicando.
- ¿Nayreth? – dije yo intrigado, había demasiadas coincidencias últimamente...
- Ya te he dicho que no me llames así pequeña, ese no es mi nombre – suavemente
acarició el pelo de la pequeña y la empujo para que volviera – Ahora iré,
esperadme.
Satisfecha, la niña regreso
- ¿Cuál es su nombre? – Pregunte yo intrigado – estos nombres que ellas dicen
tener...
- Mi nombre es Lafre – dijo mientras miraba como marchaba la niña – Mi prometido
fue llamado a la frontera del Norte, he estado muy sola desde entonces pero
estas niñas me han ayudado a combatir mi soledad. Hace 8 años que marcho, a
ellas las encontré un día deambulando por el pueblo, jamás he logrado que me
contaran qué les paso, lo único que me dijeron era que sus nombres eran Kalara
y Malaryn.
- ¿De dónde sacaron esos nombres? – pregunté intrigado.
- De un libro – se levanto y tardo pocos minutos en volver, deposito en la mesa
un tomo de gran antigüedad, no tenia portada ni título alguno. Empecé a ojearlo
– Lo encontré hace tiempo, no sabría decir cómo apareció o si en realidad lo
trajo mi prometido en sus viajes.
Abrí el libro y empecé a leer sus primeras páginas.
El autor parecía un cronista, alguien aficionado a narrar lo sucedido para que
generaciones futuras pudieran saber lo sucedido en sus tiempos. Me llamo la
atención un fragmento en especial:
Dejo relatado en este libro las
fascinantes aventuras de un grupo variopinto y curioso como ninguno, su
composición es ciertamente curiosa y de difícil comprensión para mi gusto.
Seres con extrañas alas en sus espaldas, elfas lanzadoras de conjuros y grandes
maestras de lo arcano, personajes con sangre de más de una raza, un extraño ser
cuyo pelo y aspecto varía en función de las épocas, extraños seres demoníacos
con poderes del inframundo...
Son más las diferencias que los separan que las que los unen, aún con todo se
mantienen unidos y han sido testigos y protagonistas de miles de aventuras,
espero que en un futuro muy cercano, estos peculiares héroes sean recordados
por los tiempos de los tiempos...
Aquí dejaré relatados algunos de sus relatos, pero lo primero que debe saberse
son sus nombres, ellos eran...
Cerré el libro con suavidad y lo volví a depositar encima de la mesa, no me
era necesario leerlo ya que conocía lo que contenía demasiado bien.
- Siempre les leo alguno de estos relatos antes de ir a dormir – ella suspiraba
y empezó a acariciar el tomo – Tal vez fue por recordar tiempos mejores, para
olvidar la tristeza de sus vidas actuales o simplemente porque en el fondo
siempre han querido ver mundo. Utilizaron los nombres de sus personajes
favoritos para sustituir los suyos, es su pequeño bálsamo para tiempos
difíciles.
Sin saber que decir, simplemente escuchaba su relato. Finalmente se levanto y
fue con las otras dos chicas a explicar uno de aquellos relatos que yo conocía.
Por primera vez en mucho tiempo empecé a sentir el paso del tiempo.
A pesar de la insistencia de la mujer por dormir en la casa, decline la oferta
y me fui fuera a las afueras a hacer guardia, apenas había dos soldados de edad
avanzada salvaguardando la entrada, preferí vigilar y aguardar con calma.
La noche fue bastante tranquila, tal y como esperaba los guardas se durmieron a
mitad turno y yo fui el único capaz de aguantar despierto toda la noche. El
brillo del sol baño el pueblo, aportando un poco de luz a sus tonos grises y
pálidos.
El hombre que preparó el carruaje no puso inconvenientes a que yo le
acompañara, incluso le agradó la idea de tener a un guardaespaldas que lo
protegiera, cuando volví a la casa para despedirme, únicamente estaba Lafre,
las pequeñas habían salido a jugar.
- Con todo lo que ha hecho y aun no sabemos su nombre... - dijo ella.
- Mi nombre no es importante.
- Es curioso – empezó a reírse mientras hablaba – Se parece mucho a uno de los
héroes que salía en ese libro, incluso dice cosas similares, "aquel que
tenia larga cabellera blanca, aspecto poco amigable y vestía de negro"
- No soy ningún héroe – repliqué entrecerrando los ojos - sólo soy alguien que
hace bien lo que sabe hacer; matar.
Aún con todo, la mujer no se mostro desilusionada con su respuesta, emitió una sonrisa sincera complementándola con su amabilidad característica y me deseo
suerte.
Cuando estaba a punto de subir al carruaje las dos muchachas estaban allí, la
pequeña Bopeep me despedía haciendo gestos con su mano y con energía, en cambio
la pequeña Neptune se acercó y empezó a tirar de mi capa
- Agáchate, quiero hacerte un regalo – me dijo con voz imperativa.
- No es necesario.
- Si no lo haces les diré a todos que intentaste abusar de nosotras.
La rareza imperceptible se mostro en mi rostro.
- ¿Es esta tu particular manera de dar las gracias?
- Sí, sí... Ya has demostrado que eres
un tipo duro, ahora agáchate de una vez – dijo riéndose y de manera burlesca.
Era obvio que no me iba dejar en paz hasta que lo hiciera, así que entre
suspiros me agache. Sorprendentemente me dio un abrazo y luego me dio un beso
en la mejilla.
- Gracias – balbuceo entre susurros.
Cuando me levante y me dispuse a irme, notaba que algo había cambiado, al
caminar únicamente notaba el sonido de mi armadura, no escuchaba el ruido
característico de mis monedas chocándose entre si en mi bolsa marrón. Entendiendo
lo que eso significaba y dando la espalda a la chica, estire mi mano y hacía
gestos con ella para que me diera lo que hábilmente me había quitado.
- Tienes algo que no te pertenece.
Ella se rio suavemente y deposito mi bolsa de monedas en mi mano. Empezaba a
entender el motivo de que le gustaba ese personaje en concreto.
De un salto subí a la parte trasera del carruaje y el conductor dio orden a sus
caballos de empezar a trotar, mientras echaba un último vistazo a las dos
chicas, mire mi bolsa de cuero, sin pensármelo demasiado la lancé y la joven ladrona la cogió sorprendida.
- Algún día, volveré a por ella – les dije como despedida.
Finalmente el carruaje salió del poblado y dejé toda aquella experiencia atrás,
con la vaga esperanza de que algún día, sabrían ver la dura realidad que les
tocaba vivir.
[OUT] Lo siento, en este tiempo aun no he aprendido a resumir, post meramente
de relleno, vuelvo a recordar que lo importante únicamente es lo puesto en
negrita, lo demás puede ser "prescindible" [/OUT]